Daniel Galantz es un fantástico humorista gráfico que los que siguen este blog ya conocerán. Para los que no lo conozcan recomiendo que visitéis su blog GALANTZ.

Pues bien, cual fue mi sorpresa cuando hace unos días abrí mi correo y vi un mensaje suyo en el que me enviaba un bonito diseño para El Microrrelatista. Me gustó mucho y es el que podéis ver en la cabecera de esta página.

¡Gracias Daniel!

jueves, 31 de marzo de 2011

LOS ESPECIALISTAS

El payaso empezó a llorar. No conseguía arrancarle una sonrisa a aquella niña. Él era especialista en hacer reir a los niños. Ni sus globos con forma de animales, ni la flor que lanzaba agua, ni sus imposibles muecas con la cara pintada. Nada. Sólo, cuando la pequeña vio correr las lágrimas por las mejillas del payaso, esbozó una sonrisa. Ella era especialista en hacer llorar a los payasos.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Si supieras

Mientras tomabas el café humeante, te miraba. Yo estaba del otro lado de la barra, secando tazas y pocillos de buena porcelana. De tanto en tanto, alzaba la vista para contemplarte,   cómo sorbías, cómo te rascabas la cabeza, tal vez por el calor de los radiadores o retirabas la bufanda gris del cuello. La calefacción estaba alta. Un cortado fuerte con una medialuna me desplazó de la contemplación. La puerta vaivén con gruesos herrajes de bronce adheridos a los vidrios fuertes de sus hojas, dejó entrar el frío húmedo de junio. Me estremecí. Una mujer rubia, delgada, esbelta, entró y se sentó a tu lado, abrió un maletín de cuero negro, colgó su cartera valiosa, también de cuero, en la silla e inició una conversación  inaudita parte, mientras tú le regalabas la más hermosa expresión de credulidad. Se levantaron y tú la tomaste por la cintura, un poco desdibujada por el grueso sacón que el invierno imponía. Ya en la vereda humedecida por la neblina matinal, la besaste y ya no pude ver más. Restregándome las manos dejé encerrada mi fantasía en la máquina de café express hasta el otro día.

La muñeca de trapo

Y la muñeca de trapo pidió tres deseos:
-Escóndeme detrás de la luna.
Cuando sintió el frío entre los hilos de su espalda y la oscuridad ocultó su rostro pidió el segundo:
-Levanta veinte muros alrededor de mi memoria y ocúltala en el océano más profundo.
Pero quiso asegurarse, así que rogó:
-Arráncame el corazón.

martes, 29 de marzo de 2011

EL INQUILINO

(Perdón se me pasó el día)

El abuelo vivía en un pueblecito de Santander. Cuando se vino a vivir con nosotros, se trajo su caracola. Decía que así podría escuchar el mar. A mi hijo pequeño le entusiasmó la idea. Estaban todo el día pasándose la caracola de oreja a oreja. Los dos aseguraban que eran capaces de distinguir una ola gigante del rizo de espuma entrando en la playa.

Yo estaba muy contenta por lo bien que se llevaban. Un día, el abuelo comenzó a quejarse de que no podía dormir por el ruido que hacía al masticar el inquilino del armario. Le aseguré que allí no vivía nadie, pero mi hijo le dio la razón y dijo que él también lo había oído. Le conté a mi marido lo que ocurría y él intentó convencerlo de que se trataba de una pesadilla, pero el abuelo siguió quejándose.

Abrí el armario unas cuantas veces para que se convenciera de su error. Él continuó con sus quejas. Una mañana, desesperada, volví a abrir el armario y moví la ropa para que viera el fondo pues se empeñó en que se ocultaba allí. Una nube de polillas abandonó el traje de Comunión de la niña. Lo saqué para comprobar, desolada, que los encajes y las cintas de princesa se habían convertido en unos pingajos llenos de agujeros.

lunes, 28 de marzo de 2011

Espantando palomas...




















     Un vuelo de palomas anticipaba siempre su llegada.

     Al percibirlo, él sonreía levemente y sentía un brinquito en el corazón. Luego, despacio, dejaba lo que estuviera haciendo y, simplemente, esperaba. Poco a poco se le llenaba la casa de palomas que se iban posando aquí y allá desbaratando alegremente el orden sereno que habitaba su hogar. Entonces, ella aparecía de la nada.

-Esta vez has tardado –decía él disfrazando de reproche su alegría.

-Estuve muy ocupada haciendo nada –contestaba siempre ella con una sonrisa radiante.

     Después se miraban, se oteaban en silencio, como abrazándose con la mirada, y arrullados por un ulular de palomas, se acomodaban en ese espacio irreal al que pertenecían. Él le contaba su vida sencilla y, de vez en cuando, ella reía con una risa de ángel que espantaba a las palomas. Luego, hacían el amor con palabras, con sus alientos, con sus miradas,… como aprendieron a hacer cuando supieron que jamás podrían tocarse.

     Sólo una vez le preguntó de dónde venía, si era un espectro, algún fantasma extraviado o simplemente un ser de otra dimensión. Ella cayó entonces en un prolongado silencio lleno de presagios y palabras inefables. Él no volvió a preguntar.

-Mi querido misterio leve… –solía susurrarle al oído.

     Así se la pasaban, amándose y platicando, hasta que de pronto las palomas volvían a espantarse y, volando despavoridas, desaparecían por puertas y ventanas anunciando un adiós. Sin apenas tiempo de decir te amo, ella se evaporaba en el aire.

     A veces, días después, él todavía encontraba palomas al abrir un cajón o una alacena, y sonreía de nuevo con el corazón contento. Entonces, abría el armario de sus secretos, sacaba las alas y les pasaba el cepillito acicalándolas suavemente, con dedicación. Las alas a las que renunció hacía ya tantos años para así poder vivir la vida como un hombre. 

Kum*...

Movimientos




















 
Eran movimientos continuos, rítmicos, al son de su respiración. Con cada inhalación se llenaba de aire puro, elevaba los brazos, flotaba en el aire. Descendía lentamente los brazos y exhalaba, la gravedad le atraía al suelo.

Eran movimientos continuos, rítmicos, al son de su respiración. Su mente les seguía en cada batida, no existía nada a su alrededor.

Eran movimientos continuos, rítmicos, al son de su respiración. Sus brazos se convirtieron en alas, echó a volar y se fue.
 

Flor león

Había una vez una flor que rugía a las mariposas. De su corola caían los pétalos anaranjados como una larga melena de terciopelo, los pistilos largos eran afilados colmillos. De su tallo salían cuatro hojas, emparejadas dos a dos, que terminaban en afiladas espinas, esas eran sus garras. Se trataba de una flor-león, lo único que la diferenciaba de un león de verdad era que no podía moverse del sitio. Por eso las mariposas-cebras y las moscas-gacelas revoloteaban a su alrededor sin miedo, a pesar de los rugidos. Solo tenían que tener cuidado cuando soplaba el viento, pues impulsada por una ráfaga  podía alcanzarles con algún zarpazo.


Puri Menaya




domingo, 27 de marzo de 2011

CONTUNDENCIA.

Después de años batallando con novelas épicas que no había logrado publicar, se puso a estudiar economía y ahí encontró la solución en algo llamado : La fórmula inglesa.
Ésto es algo que plantea como sacar la máxima utilidad con el mínimo esfuerzo.
Dejó a un lado los novelones y comenzó a publicar libros en blanco como "Escríbalo usted mismo",
una guía para lograr ser un autor exitoso.

"Señorita" de Rolando Revagliatti



Sí que tuvo novios la señorita Calistri: cuantiosas simpatías. Pero, a menudo, cuando le atraía el fondo humanitario del candidato, no se sentía conmovida por lo físico o lo facial. Y, si llegado el caso, el pretendiente respondía a mis cánones de presencia varonil, aparecíanle desdibujadas las facetas espirituales. Enamoradísima de Juan Mateo Ovalle, resistía sus ímpetus pasionales, el vigor de sus instintos. La señorita Calistri valoriza sin énfasis: Nadie obtuvo lo que tantos ansiaban. Ella es hoy la fraseología con la que rememora: Yo no carecía de una límpida mirada; Mis atributos no pasaban inadvertidos; Papá vaticinó mi futuro; Me consagré a mis arraigadas convicciones; Destilé coraje en los tiempos duros, en la tiranía; Nunca estimé en Nené sus propensiones afectivas; Es que todo ha sido tan fugaz...

Algún día, próxima a expirar, quizá consigne: En aquella desfloración infausta de mil novecientos cincuenta y uno, otoño, creí morir: repugnante, bajo, indigno: única vez, última vez.



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"Confieso" de Rolando Revagliatti



En marzo evalué el veraneo de febrero. En junio, en el mismo junio, el crimen. En septiembre me torné sombrío. Y en pleno diciembre treinta y uno, intento recapacitar. En abril le di forma al plan que ejecuté en junio. En septiembre encontraron el cadáver. Que no me agredas, me desconcierta: ella no te era indiferente. Además, te amaba. No toleré que no se quedase conmigo quedándose a mi lado. Se reía. Todos sabían en el barrio. De mí, de mi inocuidad. Habrá un feliz año nuevo. Porque confieso: la estrangulé. Le pegué después de muerta, lo hice. La desnudé y le pegué. Se termina, viejo. Hoy, por fin, me siento equidistante, sincero.

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sábado, 26 de marzo de 2011

Pachamama

Grumy cerró la puerta y salió corriendo a tope, hasta que poco a poco se fue sosegando y su andar se hizo cansino. Mientras caminaba fue apartando las piedras del sendero a patadas. Salían despedidas incrustándose en los árboles que las engullían como si tal cosa. Una de ellas, en vuelo raso, fue rompiendo espigas, haciendo que el grano cayera sobre el hormiguero de Zhietar Groshnik. El maná causó demasiadas bajas. Orgulloso del proyectil, se acercó a recogerlo para guardarlo en su caja de los desastres. Con una sonrisa miró al hormiguero y decidió mear en él y cogió un palo para destruir los restos, hasta que, desde el suelo salieron unas manos que tras atarle los cordones, le zarandearon, le peinaron y le dieron dos tortas. Pausadamente, las manos desaparecieron detrás de la colina de Muersku.
Grumy se quedó mirando al infinito, boquiabierto y cariacontecido mientras escuchaba al viento susurrarle al oído: "Y átate esos cordones, que te vas a partir la crisma, ¡estólido!"



bicefalepena

Te doy mis ojos.

Amanece que no es poco. Abre los ojos. Cielo negro. Vida en sombras. El otro lado de la cama. Amor veneno. Celos. Entre tinieblas. El verdugo. A golpes. El Angel exterminador. Carne trémula. ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Esta noche, no. Carne apaleada. Barrio. Nadie conoce a nadie. La soledad. Día tras día. Hoy como ayer. ¿Cómo ser mujer y no morir en el intento? Lágrimas negras. Gritos en la noche. Días contados. Matador. Mucha sangre. Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto. Amor que mata. Rojo sangre. La noche más larga. Todo está oscuro. La hora fría. El extraño viaje. Mi vida sin mí. La vida de nadie. Tierra. De cuerpo presente. Las trece rosas. Tierra y libertad.

                                                                                     

viernes, 25 de marzo de 2011

Bushido

"Si preparando correctamente el corazón cada mañana y noche, uno es capaz de vivir
como si su cuerpo ya estuviera muerto, gana libertad en El Camino.
Su vida entera estará sin culpa, y tendrá éxito en su llamado."

Yamamoto Tsunetomo, Hagakure.

La tradición ha reducido el ritual a su mínima expresión. Sólo cuatro acciones separan lo esperado de lo correcto.
Nieva en Sendai
El cuerpo debe ceñirse con movimientos medidos. El sol naciente dota de clarividencia al caminante y un cinturón cosido durante generaciones le recuerda su procedencia.
Florecen los cerezos
El sake comunica la fuerza necesaria para acometer la acción; y en sus versos, el guerrero deja memoria de lo que pudo ser.
Sobre la aurora
Después, ceremonias de la modernidad: una placa de plomo preserva el tiroides; el cuerpo se embute en tejidos que bloquean las radiaciones alfa, beta y gamma. Todo está ya dispuesto para que la voluntad decidida sea la responsable de lo que resta, aquí, cerca del núcleo.

Última historia

Esa noche el sultán fue claro:
―La historia de hoy no rebasará las treintainueve  palabras.
Sherezada supo que con aquella artimaña, sólo buscaba la manera de acabar con ella. 
―¿Tengo otra opción? ―preguntó pensativa.
―Ninguna.
―Entonces… ―ofreció su cuello.



Nota: por acá, en México, son las 22:37 del 24 iii 2011.

jueves, 24 de marzo de 2011

Personajes errantes



             Estaba aturdido, por lo que no reconoció a Otelo en aquel moro de lujosa vestimenta. Tampoco a Dorian Gray en el viejo sembrado de arrugas que le preguntó por su retrato. Fueron las batallitas que contaba aquel loco de la palangana en la cabeza lo que restableció su memoria. Recordó que había muerto, hacía ya algunos párrafos, a manos de su autor. 


Pequeñas preguntas

–¿Y esta es la famosa espada que todo lo logra? – dijo la pequeña duendecilla mirando incrédula el trozo de metal incrustado en la piedra.
–Sí – dijo ufano el gnomo –, seguro. El hombre que consiga sacarla lo tendrá todo: será rey de un imperio, tendrá a sus pies pueblos enteros que le rendirán homenaje, mujeres que le adorarán. Será un triunfador y ...
–No sé, no sé... ¿Y será feliz?

Palabras preci(o)sas

miércoles, 23 de marzo de 2011

Semillas ilegales

“Una semilla en esta tierra desolada nunca florecerá. Márchate, aquí no hay futuro”.

Tras escuchar a su padre Nwankwo decidió comenzar una nueva vida. España fue el destino elegido, y un montón de sueños su único equipaje. Tras meses de dura travesía Nwankwo llegó a Madrid. Aunque buscó trabajo sin descanso pronto comprendió que aquí nadie regala nada. Sólo hace medio año que llegó y su equipaje ya es historia.

Hoy sigue plantando en el suelo pero sigue sin obtener los frutos anhelados: una manta y productos falsificados no son las semillas que conseguirán que aquí logre echar raíces.

En 99 palabras

La primera muerte de Ahmed Ali Shibab (homenaje en su segunda muerte)

La primera muerte de Ahmed Ali Shibab.
Homenaje doce días después de su segunda muerte. 


Hoy todo verso que se precie rimará en negro, porque hace apenas diez días falleció por segunda vez el poeta palestino Ahmed Ali Shibab.
Uno de los personajes cumbre de la literatura islámica contemporánea, pasó más de siete años en la prisión libanesa de Khiam, en una celda de apenas un metro cuadrado donde al principio, para tratar de evadirse de las torturas frecuentes, compuso poemas que recitaba repetidamente hasta aprehenderlos primero y aprenderlos después. Su libro, Al anochecer no estaré, una recopilación de ellos, es sin duda uno de los poemarios con mayor fuerza, sinceridad y amargura que he leído. 
Durante el resto de su condena, al menos cuatro años, optó por el absoluto silencio.
Su poesía intimista, que podría ser clasificada como pos modernismo árabe, ha sido interpretada, creo que erróneamente, como un grito de aliento al nacionalismo palestino y fue perseguida tanto por autoridades de Líbano, donde residía, como por el gobierno de Israel.
Dicen que al ser abandonado el campo de Khiam por las fuerzas israelíes y entrar las tropas del nuevo ejército libanés, un soldado abrió con maza y cincel la puerta de su celda. Después de meses de completa oscuridad Shibab sólo pudo, según sus palabras, distinguir su alma militarizada, la de un espíritu entrometido. El soldado, un joven al que el servicio militar había interrumpido el estudio de Letras en la universidad de Tyro, le preguntó: 
- Nombre-, como una orden.
- Ahmed Ali Shibab.
- ¿El poeta? - preguntó el joven con la voz quebrada.
- No,- contestó,- el poeta Ahmed Ali Shibab murió. Yo soy otro.

Gracias a Dios, o a Alá, Shibab resucitó y nos regaló un buen montón de poemas, armados de palabras, de vida y de esperanza. Poemas como otros no podrán escribir así vivan cien veces.
Hace apenas diez días, como decía, murió por segunda vez Ahmed Ali Shibab, y ésta parece que sí será definitiva. 
Qué la tierra le sea leve.

Hugo Cueto

Arcoiris.





















Los niños jugaban a atrapar la luz del arcoiris. Sucios de barro, ascendieron una nueva colina y tampoco lo hallaron. Kiwana se sentó sobre una roca y se preguntó: ¿por qué no se deja atrapar? El estallido de un trueno seguido por un destello de chispeantes hilos en el horizonte, rasgó el silencio y provocó que alzara la cabeza. Su hermano Kiwa, echó a correr colina abajo, desapareció tras un matorral. Una manada de antílopes inició una estampida. A su lado unos ojos amarillos la observaban. No se movió y lo entendió. El Dios león acababa de apresar el arcoiris...




Moderato_Dos_josef



Haciendo cuentas

Escuela



Ocho por tres. Escribo un siete, me llevo tres. El maestro da un rápido vistazo a la tarea. Otra vez todas mal, vocifera. Borro con cuidado, la hoja está a punto de agujerearse. Suena el timbre y se desencadena un estrépito de sillas. Don Eustaquio abre, cachazudo, el periódico, mientras pronuncia los nombres de los que se quedan sin recreo. Cuando se oye el mío, el gordo Tejada, rodeado de sus compinches, me lanza una mirada burlona que no consigue esconder su fastidio: hoy tendrán que tomarla con otro. 

Retomo el cuaderno de cálculo. Ocho por tres veinticuatro, me llevo dos. Los rayos de sol, que se filtran a través de la persiana, dibujan rayas amarillas en la pizarra.

Pativanesca

lunes, 21 de marzo de 2011

Vida

Avanzas, creces.
Inventas nuevas rutinas, colores, miradas, vidas.
Todo lo nuevo es bienvenido en un intento desesperado por no mirar lo que se acerca.
Cada mañana, abrir los ojos es una aventura, la promesa de un minuto, de una hora, tal vez de una noche más. Desde que te lo diagnosticaron te duele tu sangre contaminada, pero no por eso bajas el rostro, el amanecer está para admirarlo con la frente en alto. Y la vida para recorrerla con el corazón bombeando fuerte.
¡Y pensar que antes de saber el resultado de ese análisis, para vos, la vida no era otra cosa que transitar sin novedades!

domingo, 20 de marzo de 2011

La misma cena romántica

- Con ese amargor tan extraño no puede ser vino - dice.
La música clásica abandona los altavoces haciendo un paisaje de notas en el aire. Las velas dibujan sombras en la pared y la ensalada de queso azul muestra sobre la rúcula tatuajes morados hechos con el vinagre más caro del mundo. Ella, aún con ropa de calle, sostiene la copa entre sus dedos y observa a su novio. Él ha dispuesto la misma cena romántica de todas las últimas noches.
- Cariño, ¿de que bodega es este tinto? – pregunta.
Su chico sonríe, pálido, al enseñarle los brazos.


Efluvios incontrolados.



- "Y la última...a vuestra salud"- dijo ella.
Al acabar la copa de vino empezó a ver las cosas de distinta manera, la lengua se le enredaba al hablar y le sobraba hasta el abrigo .
- "Parece que no sabes comportarte en ningún sitio... no me hagas esto... Carla, Carla... ¿no me oyes?".
Claro que lo oía, estaba cansada de oírle pero qué mejor que una celebración para emborracharse, dejarse llevar por los efluvios del alcohol y olvidarse de un perfectísimo marido que ya en la comida le había llamado la atención por beber demasiado.
Cuando la mujer del hijo del difunto, bebió el vino y devolvió el cáliz al atónito cura, no se le ocurrió otra cosa más que cogerle el micrófono y...
- "Laureano, suegro... esta va por ti"- y ponerse a cantar "Adiós con el corazón".


sábado, 19 de marzo de 2011

Galaxias

Los más potentes telescopios en tierra y en el espacio han descubierto el más lejano cúmulo de galaxias conocido hasta ahora.
Yo temo que aún te alejes más de mi.

Sobresalto


Solo se oían en el bosque unos gemidos ahogados de algo que corría. Dos sombras zigzagueaban por los árboles levantando las hojas a su paso. Cuando llegó al fondo de su guarida, el lobo, por fin, descansó. Mientras recuperaba el aliento, sintió, aterrado, en la nuca, el de la deliciosa niña roja que pensaba merendarse.


La foto es de aquí

Sobrepeso...


Margarita se había vuelto negligente con su higiene personal. En poco tiempo fue engordando, acumulando kilos y kilos… La relación con sus vecinos era ya nula por su marcado comportamiento asocial.
Desde que falleció su marido tenía miedo hacia un futuro, que presentía incierto, quizás por eso evitaba hacer gastos que consideraba innecesarios… Su lema era, más bien, el contrario: ahorrar, acopiar… guardar.
Aquella noche se quedó dormida, profunda y rápidamente, por lo que no se percató de que todo había comenzado a arder. Una chispa de un brasero mal apagado que prende un faldón de una mesa camilla y ¡el desastre está servido!...
El incendio se propagó, en pocos minutos, por todo el edificio.

Hicieron falta varias unidades del cuerpo de bomberos para lograr sofocarlo. Afortunadamente la rapidez en la actuación consiguió que no hubiera que lamentar desgracias personales.
Ambulancias, bomberos, protección civil y policía corrieron prestos a instalar un hospital de campaña en plena calle… Todo, por si acaso fuese necesario.
Sacar a Margarita ilesa fue una labor de equipo y, ciertamente, complicada porque la mujer se negaba a salir de su vivienda, dejando allí sus cientos y cientos de kilos… de basura y desperdicios aumulados.
Los servicios de limpieza y recogida de residuos del Ayuntamiento tardaron varios días, haciendo dobles turnos, en vaciar el domicilio.



Towanda 

(extracto para el Microrrelatista).
  

EQUIPAJE

En su mochila, escondía su armónica de silencios.

viernes, 18 de marzo de 2011

Crash

Eduardo Martín se acercaba al suelo a una velocidad de 128 kilómetros por hora después de haber atravesado el cristal del coche que conducía. Justo antes de impactar contra el asfalto, su vida pasó ante sus ojos. O eso pensó él al principio. No recordamos nuestros primeros años y, de todas formas, esta primera etapa resulta relativamente parecida entre unos seres humanos y otros. Lo que pasó por delante de sus ojos fue la vida de una persona que no era él. Gente que no había visto jamás, lugares que no conocía y sensaciones que le eran de todo punto extrañas. Aquello le desconcertó profundamente. Pero, claro, comoquiera que su cabeza y el resto de su cuerpo terminaron despedazándose al tomar tierra, Eduardo Martín nunca pudo dar cuenta de tan sorprendente incongruencia.

Cuéntame un cuento

Acurrucada en el sofá me dejo llevar cada noche por bosques mágicos, galaxias habitadas y casas de chocolate. Las hadas me conocen por mi nombre, los animales juegan conmigo y el príncipe siempre me besa antes de dormir. Cada noche, después de cenar, me recuesto a su lado, apoyo la cabeza en su regazo y le pido: cuéntame un cuento

Puck

jueves, 17 de marzo de 2011

ENAMORARSE

No digas que te has enamorado. No. Porque jamás has sentido esa punzada en el corazón cuando se tiene delante a la otra persona, porque no has sudado descontroladamente y te has quedado sin palabras en una situación en la que estas deseando que te trague la tierra y no te devuelva si no es en otro lugar del mundo. Tienes la ventaja de no haber sentido eso. Porque es una ventaja. Cuando te enamoras no lo notas, entra sin hacer ruido como el adolescente que llega a casa después de la hora marcada por sus padres un sábado por la noche. Enamorarse te deja como aturdida, diciendo a todo que si, aunque no sepas en realidad de lo que estas hablando, pero la cabeza se mueve hacia abajo y hacia arriba, y una leve sonrisa se acomoda en tus labios para siempre sin saber por qué. Una cara rara. Cara de tonto que dicen algunos, pero no se puede evitar.
No me preguntes por qué. Porque yo no me he enamorado nunca.....A mi estas cosas me las han contado.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Las horas

Era una tarde perfecta para dejar a la tristeza instalarse bajo la piel. La melancolía latía entre las esquinas de la casa y las sombras se acurrucaban a mi alrededor buscando algo de calor. Las horas bostezaban atrapadas en el reloj mientras mis canciones desenredaban las emociones y uno tras otros los versos brotaban empapados en nostalgia.
Después de tres delirios y cuatro páginas decidí poner fin a mi locura y salí al jardín a buscar la solución.
La lluvia se derramó sobre mi cara sin compasión, el frío me atravesó sin piedad y la luna ni se asomó.
Al cabo de unos segundos, ya no quedaba ni rastro de ti.

martes, 15 de marzo de 2011

Metaterrestres

Al principio todos teníamos una idea en común: la nave aterrizaría, se abriría la compuerta y tres siluetas aparecerían en el umbral. Así lo hicieron. Aquí la opinión se dividió, unos creíamos que dispararían un arma desintegradora y otros que darían un mensaje de paz. Ninguna de las dos cosas: todos caminamos hacia la nave. Ahí dentro, unos pensamos que harían crueles experimentos con nosotros, otros que nos torturarían y los más realistas que destruirían el planeta. Nos llevaron a una sala de conciertos. Vimos la sinfónica bien formada y pensamos que tocarían maravillosamente, que sería un asco, que harían malabares con los instrumentos, que se burlaban de nosotros o que querrían que les enseñáramos. Eso habría sido mejor que ver a Stravinsky, a Mussorgsky, a Mozart y a Mendelssohn junto con otros muchos quitarse los disfraces.

EN UN CALLEJÓN OSCURO

Clap, clap, clap...
Clapclapclapclapclapclap....
Tac..tac…tac…
Tac tac tac tac tac tac tac…
¡Paf!
Tris
¡Ayyyyyyyyyyyyyyyy!

Que hable ahora...

Se conocían hace muchos años. Habían compartido juntos episodios románticos, escenas inolvidables y novelescas historias de amor. Se podría decir de sus vidas que desde que se cruzaron en aquel cuento de hadas, él siempre fue un príncipe azul para ella y ella, una doncella de finas maneras para él. Ahora, por fin, y como todo el mundo esperaba de aquella inagotable pasión, había llegado el momento y los dos estaban a punto de darse el sí quiero definitivo:
-Estamos aquí reunidos para unir en matrimonio a Armando y Lucía -dijo el cura-. Si alguien se opone que hable ahora o que calle para siempre -prosiguió.
En la última fila, agazapado y con la mirada fija de los familiares sobre su boca, el narrador levantó la mano.

Tiempo

Te vi tras la reja, como cuando éramos niños: Yo te miraba tomándome de los barrotes y mi estómago se estrujía, no sé si de las ganas de comer ese chupetín redondo y multicolor que lamías lentamente, observándome de reojo o, porque me gustaba tu pelo rubio ensortijado volando al viento de la tarde, agitado por el rodar de tu bicicleta. Ibas a la clase de inglés los martes y jueves a las seis de la tarde y pasabas por mi casa. Hoy, yo recogía unas violetas del jardín cuando te divisé, casi desde el suelo. Como si fuera ayer, te vi. Sólo que no llevabas el chupetín en tu mano, tus rizos no ondulaban en el aire que corría entre las ventanillas de tu coche, más, creo que te quedaba poco de ellos y yo casi no pude enderezarme porque mi ciático me jugó una mala pasada. Sin embargo, nos miramos. Y cuando pasaste supe que el hilo invisible que sujetaba nuestras memorias, seguía indemne, después de cuarenta años.

170Palabras

lunes, 14 de marzo de 2011

Carnaval






Se pusieron sus mejores máscaras y pensaban que simularían a la perfección ser quienes no eran.

No sabían que teniéndolas puestas eran al fin ellos mismos.








Mi otro yo

Estamos condenados a inventarnos una máscara y, después, a descubrir que esa máscara es nuestro verdadero rostro.
Octavio Paz


Es inútil escapar de uno mismo, tarde o temprano nos topamos con nuestro propio ser, nos guste o no. Es mejor llevarse bien con él. Si te enfadas, no puedes dar un portazo y dejarle plantado con un palmo de narices, siempre viene detrás de ti. Te tomas unas copas, o un par de canutos y lo olvidas por una noche, pero al día siguiente, entre el dolor de cabeza de la resaca, aparece con esa sonrisa de suficiencia, como diciendo: no te librarás de mí tan fácilmente. Hace tiempo que intenté ser otro y con una máscara he engañado a mis semejantes, pero a él no puedo engañarle, aunque a fuerza de la costumbre, me ha confesado que cada vez se parece más a esa máscara esperpéntica que le he puesto. El problema es que él no me gusta, pero la máscara todavía me gusta menos.

domingo, 13 de marzo de 2011

Insomne

De tanto en tanto sucede que, involuntariamente, despierto a la gárgola de Saint Gervais: varios pestañeos  y suspiros coordinados, y ya está ella abriendo los ojitos y desplegando alas. Se anima en la noche  y emprende vuelo sobre la Rue des Barres  hacia mi tejado.

Para ese entonces, y aún ignorante de su osadía, yazgo en mi cama intentando dormir.
Torpe, desprolija -entumecida quizá-, la delatan sus pezuñas en las tejas cuando llega.   Irremediablemente insomne,  oigo sus  pasos arriba, mientras  elige el lugar donde sentarse;  pretenciosa en más de un sentido (se horroriza de las canaletas simples),  escoge sólo las molduras que dibujan encajes en la piedra.

Yo, que hace tiempo me prometí mudarme a un barrio sin iglesias, de improviso, recuerdo  que son mis juramentos vanos  los que la convocan.  Y la  percibo paciente, con las orejas ansiosas por escuchar culpas.  Entonces sonrío bajo la sábana y comienzo a recitar mis faltas. Invento pecados y pesares, prometo comenzar a cumplir  mis promesas so pena de suplicio.  Sé que eso la contenta porque al rato se ha marchado. 

Finalmente vuelvo a  intentar dormirme,  sin saber qué hacer con el rosario que me dio por  penitencia, y decidida a salir a buscar nueva habitación por la mañana.

De adicciones...






Desde pequeños sus caminos fueron paralelos. Prácticamente el mismo... Él y Manuel, Manuel y él... Uña y carne. Más que hermanos... Pero en un punto de su caminar de la mano, la senda se bifurcó.... Él era adicto a la felicidad y a Manuel le tiraba más la vida...

Y siguió vagando por su mundo feliz mientras acariciaba la papelina que se reservaba para cuando acabase el programa de desintoxicación.




sábado, 12 de marzo de 2011

SESIÓN DOBLE

- Era un clon de La Bella Durmiente, doctor, pero no respondía a mis besos. Estoy mal, no entiendo nada. Ella es mi princesa. No comprendo- insistía Damián angustiado incorporándose del diván.

- A ver, príncipe Damián, solicite a su majestad la Reina que salga de nuevo y volvamos al momento de la manzana.

GIRASOL

"Siempre caminé bajo tus pasos. Fui tu sombra y al final me desprestigiaste. Sé que sólo soy un mortal, que tú eres una diosa que la única vez al mirarme, cual Afrodita, hiciste que yo me prendiera de tus cabellos rojos. Soy aún la sombra de lo que antes era. Porque como tú, mi sol, te has ido alejando y como un heliotropo fuera de tu vista he ido muriendo poco a poco, hasta marchitarme, pero aún así. Mi último pensamiento eres tú. Mi diosa, mi sol, mi vida, mi amor, fin y principio en mis pupilas."

Discos rayados


Todavía, de vez en cuando, se echaban en falta. Todavía uno de los dos, él o ella, cogía el teléfono y llamaba al otro: “¿quedamos?”.
Algunos días más tarde, acudían a la cita nerviosos como flanes y, mientras él pensaba que ella era preciosa, ella se decía que era encantador. Se sentaban entonces y comentaban los proyectos que tenían en mente, lo que esperaban de la vida, los viajes que querían hacer o la familia que querían formar. Dejaban que la emoción devorase sus palabras,  que el tiempo se parase en el brillo de sus ojos y en las caricias que dibujaban sus manos..
Después hablaban del presente, de cómo el trabajo y la rutina minaban sus deseos, del modo en que el silencio les separaba y el deseo empezaba a apaciguarse. Descubrían entonces, nadie sabía exactamente cuando, que sus manos ya no se tocaban y sus miradas habían empezado a evitarse.
Más tarde, cada uno haciéndose fuerte en un lado de la mesa que ocupaban, volvían a encontrarse para enfrentarse, para echarle en cara al otro que las promesas hechas nunca habían sido más que palabras, que cada uno de ellos por separado había luchado por su unión con más ahínco que nadie, que nunca fueron ni amigos ni amantes, que lo suyo había sido sólo una pérdida de tiempo, una mentira, una broma absurda y un engaño.
En ese momento pedían la cuenta, pagaban por separado y después salían a la calle tan solos como habían llegado, cada uno por su lado hasta el siguiente asalto.



viernes, 11 de marzo de 2011

Lágrimas

“Amortajadme con el uniforme de la Flota Colonial y arrojad mi cuerpo al espacio. No quiero que lloréis mi muerte, sino que recordéis mi vida. Perseverad en el esfuerzo compartido y así nuestra especie prevalecerá; más allá de los individuos, más allá del olvido”. Fueron sus palabras antes del fatal desenlace. El comandante de la estrella de combate estalló el primero en lágrimas de rabia por la pérdida del mejor de sus pilotos. El dolor y la impotencia se extendió después hasta el último rincón de la nave.

(Un fundido en negro oscurece la escena. Le sigue un plano de conjunto bien iluminado.)

El tratamiento al que había sido sometido estaba dando resultado. La esposa y las hijas no pueden contener las lágrimas de alegría al percibir en las pupilas una movilidad olvidada. Mientras la mañana se instala en la sala, los párpados del enfermo se alzan lentamente, como si un telón se levantase para dar continuidad a la representación. La sorpresa y la incredulidad se alternan en el brillo de sus ojos.

El Blog Oculto del Caboclo.

jueves, 10 de marzo de 2011

De uno en uno

Las ideas bullen en su cabeza. No le dejan dormir.  No le dejan comer. Escribe compulsivamente intentando dar salida a todos los personajes que abarrotan su cerebro. Pero las manos son más lentas que su mente. Se agolpan en las yemas de sus dedos formando un atasco monumental. Se mezclan escenarios de selvas, ciudades, hogares, con personajes variopintos de amas de casa, sicarios, trapecistas, niños gordos y ejecutivos vestidos con trajes de Armani. “¡Al menos guardad el orden y salid de uno en uno!”, aúlla desesperado golpeándose brutalmente contra la mesa. Entonces, unas manos comienzan a emerger de la brecha, luego una cabeza. Mira hacia abajo y hace señas: despejado. Tras el faquir, sale una bailarina haciendo piruetas, luego un payaso triste, una niña con coletas, una anciana decrépita arrastrando sus pantuflas… En silencio uno tras otro van formando una curiosa fila que se coloca en círculo alrededor de su creador. Impacientes, esperan instrucciones. 

Noúmeno



            El Gran Ingeniero dio por finalizado el último de sus proyectos, el más ambicioso. Invirtió seis días y seis noches en crear lo que consideraba la partícula de la felicidad. Un prodigio nanotecnológico de dimensiones microscópicas y potencial infinito, que transformaría a los homínidos en dioses. Lo insufló en el organismo humano para que se integrase biológicamente en un cerebro que hasta entonces, sólo manejaba impulsos instintivos. Las primeras señales de cambio se produjeron de inmediato. El hombre comenzó a crear herramientas,  a cultivar la tierra, a pastorear ganado y a expresarse con un lenguaje cada vez más elaborado. Luego vinieron las artes, lo que parecía indicar que el experimento estaba resultando un éxito. Entonces aparecieron las religiones, las fronteras, el hambre, las ciencias, y la guerra. A partir de ahí la humanidad entró en un proceso cíclico de progreso y recesión, de creatividad y destrucción, de iluminación y oscurantismo, que la condenó a la más absoluta infelicidad a lo largo de toda una era.

            Decepcionado, analizó las causas de su fracaso. Procesó los testimonios recopilados en millones de oraciones, confesiones, diarios personales y sesiones psicoterapéuticas del último medio siglo. Los datos indicaron que la mente humana captaba un entorno permanentemente hostil ante el cual reaccionaba de forma inconsciente, generando sufrimiento. La conclusión fue decepcionante: el hombre aún no había comprendido que el cerebro no percibe la realidad. La crea.



miércoles, 9 de marzo de 2011

Viajera en el tiempo

Tras soportar una semana de torturas Luzdivina seguía firme en su declaración: “Abrí los ojos y vi cómo aquella sardina, ataviada con casulla, paraguas y bonete, se comía, con cuchillo y tenedor, a aquel monaguillo…”

Tras las protestas del Tribunal lo último que se le escuchó decir fue “…LSD”

El inquisidor fiscal del Santo Oficio dio por terminado el interrogatorio y aseguró que aquellas tres letras escondían una invocación diabólica: Lucifer-Satán-Demonio.

El veredicto fue tajante, Luzdivina tenía alteradas sus facultades mentales, lo que se manifestaba en delirios, alucinaciones, trastornos del ánimo, insomnio e irritabilidad.

Fue acusada formalmente de brujería.

Nota.- Este microrrelato ha participado, sin éxito, en el concurso de Micorrelatos de Abogados del mes de febrero. Las palabras que había que utilizar eran: Interrogatorio, Tribunal, Sardina, Paraguas, Monaguillo

El Aislamiento

A los padres de Corinne.
A Francisco y Clara.
A tantos que abandonaron su tierra,
que nunca volvieron acá,
que nunca estuvieron allí.
Un nimio homenaje a los que aun piensan en volver un día.


(Cuelgo este relato, publicado ya en mi blog. A lo largo del día, si no éste no se pone en contra, publicaré otro que está por concluir, escrito para el Microrrelatista).

Tenía seis años entonces, lo recuerdo. Mi padre me llamaba Paquito y yo odiaba que lo hiciera. Paquito esto, me decía, Paquito, lo otro. Y lo miraba con rabia y le gritaba: me llamo François. Mis compañeros se burlaban y me decían: "Español Paquito". Y aquel día, tenía seis años, lo recuerdo, en un arranque de rabia me lancé contra él como loco. Le di patadas y puñetazos: "François, llámame François". Él permaneció quieto, mi madre nos separó. Yo salí corriendo a mi habitación, el caminó cansado a la suya. Mi madre quedó en la sala, tierra de nadie.

Tenía veinte años entonces, lo recuerdo. Mi padre me llamaba Francisco y a mí no me gustaba. ¡Qué poco le hubiera costado llamarme François, o al menos Fransuá! Mi padre era un intelectual, un albañil que me pedía que le tradujese a Sartre, Camus, Levi Strauss, Merleau Ponty. Mi padre fue alumno y compañero de Unamuno. Qué te hubiera costado, le grité un día, aprender francés. Tenía veinte años y él salió de nuevo camino de su habitación. El mismo andar cansado. Mi madre y yo nos quedamos en la sala, tierra conquistada.

Tenía treinta y cinco años entonces, lo recuerdo. Mi padre me llamaba Paco y a mí no me importaba. Me daba igual entonces la forma en la que los demás me llamasen, porque ya sabía quién era. En la consulta del médico le eché en cara que si hubiera aprendido francés yo no tendría por qué acompañarle. Tenía treinta y cinco años, lo recuerdo, e hice a mi padre llorar.

Tenía sesenta años ayer, lo recuerdo. Mi padre no me llamaba de ninguna manera. Permanecía sentado y miraba al lugar donde me encontraba pero su mirada me atravesaba como si no estuviera allí. Yo me preguntaba qué verían realmente sus ojos, qué pasaba por su cabeza. Le hablaba de tonterías, de recuerdos de cuando era niño, de cuando vivía mamá, pero dudo que él me escuchara. Las tardes en que iba a visitarle las pasábamos así. Ayer, cuando salía de su habitación mi padre me llamó de nuevo Paquito.
Paquito, me dijo, y yo me sobresalté.
Paquito, me dijo, nunca aprendí francés porque siempre pensaba que mañana volveríamos a España.
Tenía sesenta años, recuerdo, y un nudo en la garganta.

Hugo Cueto

Fantasía japonesa

The upper class (Kitagawa Utamaro)

De la unión de Amaterasu, diosa del sol, y del rey Yamatumi nació un varón al que pusieron por nombre Kijuro. Deseosa de que su hijo alcanzara la inmortalidad, Amaterasu tenía decidido desposarlo con una diosa; pero Kijuro, antes de cumplir quince años, se enamoró de una damita de la corte llamada Isako, a la que, temeroso de despertar los recelos de su madre, regaló un pai pai redondo, de seda blanca y mango de marfil, indicándole que lo utilizase durante el día para esconder su rostro y así pasar desapercibida. 

Durante veintiocho noches, aprovechando el descanso de Amaterasu, Kijuro e Isako gozaron de su amor, hasta que la número veintinueve, como se acercaba ya la primavera, la diosa adelantó su despertar y sorprendió a Isako mientras abandonaba el aposento de su hijo. Amaterasu, enfurecida, expulsó a la muchacha del reino y la condenó a vivir eternamente en la oscura bóveda del cielo. Desde entonces Isako, en su soledad, juega con su pai pai y lo abre y cierra lentamente, empleando en ello veintinueve días, doce horas y cuarenta y cuatro minutos: el tiempo exacto que duró su felicidad.


Pativanesca

Mendigos

La chica morena, de pie junto a La Mallorquina, observa en silencio al mendigo sin brazos, agitando con la boca el vaso con las monedas recolectadas, y al yonqui que, de rodillas, implora algo para comer.

Al verles comprende que sus caras de angustia y necesidad hoy se diferencian muy poco de la suya. Mientras ellos piden ayuda a gritos, ella continúa suplicando, en voz baja, y mirando compulsivamente su reloj.

Horas después, al caer la noche, el manco y el yonqui deciden marcharse. Es entonces cuando ella, con lágrimas en los ojos, comprende que él también se fue.

En 99 palabras

Épocas de Cambio.


Llevaba años en mi escritorio redactando el manuscrito. Discerní que las guerras cesarían; que habría un lenguaje universal; que los países se comprometerían mediante tratados; que las mega ciudades se desmantelarían; que las religiones perderían credibilidad; que la gente comprendería que o vivía en armonía o se destruirían.
Me preocupé al tratar de abrir la puerta. Estaba candada. Me arrimé al ventanuco, me aferré a sus barrotes y grité con la esperanza de que María me oyera. Para mi sorpresa, no vino ella, sino unos individuos uniformados. Alarmado les pregunté si había algún problema. Se rieron y mofándose de mí, me dijeron:
— ¿Aún no lo sabes, Profeta...?
Uno, hurgándose en su gabardina, me entregó un objeto. Era un libro; se titulaba: ¡Épocas de Cambio!
De repente lo comprendí. Yo escribía en el Word conectado a Internet y alguien, un Hacker, había descubierto mi obra encontrándola tan “subversiva” como para expandirla sin mi consentimiento por la red. Deduje, aquello debía de hacerse. Claro que a la vez fui consecuente. Todo cambio implica una insurrección que como una marea se lleva por delante a líderes e idealistas; y estaba en la cresta de la ola.
Volví a sentarme ante el ordenador y allí estaban; los Hackers de doce naciones felicitándome y disculpándose por haber defraudado mi obra.
Les di las gracias por su trabajo, les participé que se esperaban tiempos difíciles, y les pedí sus correos.
De nuevo volví a presentir algo, y sin saber exactamente el porqué, me sentí aliviado de responsabilidad.
La sentencia ya estaba dictada. A la mañana siguiente yo: “Jesús Redentor” sería ejecutado sin indulgencia en la “Plaza de la Cruz...”



Moderato_Dos_josef.

lunes, 7 de marzo de 2011

Carta de despedida

La verdad, mi intención era vengarme quitándote la vida.
Pero después de volverte a probar me encapriché y quise alargar tu agonía.
Sé que sospechabas algo, sabías que nadie te podría amar como yo, sabías que aquel pelele con el que saciabas tus ansias no podía hacerte sentir lo que sentías conmigo, pero lo estaba haciendo y eso te estaba volviendo loca.
Fuera de la cama no lo soportas, quién podría hacerlo. Sé qué estabas desesperada porque no podías vivir con él, pero tampoco podías dejar de desearlo y eso me divertía porque a quien realmente deseabas era a mí, deseabas a quien en un estúpido arranque de celos infundados pegaste un tiro y abandonaste en un basurero. Era yo quien te poseía y para ello tenía que usar el cuerpo del imbécil a quien creías desear.
Te repito, mi intención era matarte, tuve muchas veces la oportunidad perfecta, solo tenía que apretar un poco más y habrías sucumbido extasiada en los brazos de tu patético amante, pero en cambio decidí dejarte vivir cuando supe que te había inseminado, decidí dejarte vivir una vida desgraciada, unida para siempre al hombrecillo que no soportabas. Vivirás atada a él porque, aunque era yo quien te follaba, suya fue la simiente que te preñó.

Virtual

El domingo me dejó un ramo de rosas virtuales en el Messenger.
Me pasó un mate de amigos, el lunes, por el chat.
Jugamos un par de veces al pictionary en una página conocida el viernes, y a la semana siguiente tuvimos sexo cibernético… ¡el mejor que he tenido en mucho tiempo!
Cuando me acosté junto a mi marido, lo sentí roncar con fuerza y su cuerpo transpirado junto al mío, comenzó a molestarme.
Esa noche dormí en la otra pieza, con la portátil prendida, esperando a que él se conectara. Siento que el corazón me late en RGB y 98 DPI cuando lo siento conectarse.

domingo, 6 de marzo de 2011

El columpio.



Le gustaba subirse de noche a los columpios de los niños, y así entre las sombras soñaba que un día su balanceo le permitiría llegar a aquella estrella, la suya, la que parecía parpadearle y la acompañaba desde que un día le dijeron "no llores niña, él está ahí arriba".

Y cada noche al balancearse le mandaba mil besos, le hablaba de todo y sentía su ausencia, y su parpadeo le parecían pequeños guiños a los que le contestaba un... "y yo también a ti".


El matemático

Con diez dedos sobre las dos copas el matemático de bocas replicadas desplaza en el aire el brebaje. A su lado la gente duplicada no para de emitir ruidos estridentes, palabras extrañas. Ondulan en paralelo a su paso y él camina entre adoquines formando cubos con farolas apostadas en la calle como porterías de fútbol sin larguero.
No es tan tarde como debería y la calle aún está llena de caminantes de cuatro piernas que le dificultan avanzar río arriba. Los coches, a modo de naves espaciales, dejan un borrón luminoso al deslizarse sobre el asfalto. El paso de cebra como escalera mecánica en horizontal y cada escalón, cada bordillo, como cordillera en miniatura.
El primer vómito le sabe ácido y mancha las cuatro puntas de sus cuatro zapatos. Con el segundo saborea el tequila que pende de un hilo de saliva desde su lengua.
Reconoce al señor de dos cabezas que siempre le pide dinero sentado en un taburete. Está cerca de casa y comienza a buscar las llaves en uno de los tres bolsillos y medio de su pantalón. Le resulta difícil articular sus dos índices derechos con sus dos dedos gordos derechos para hacer prensa en el agujero negro de sus vaqueros.
El portero se acerca caminando como una araña, ocho extremidades negras le cogen bajo los brazos izquierdos y lo depositan en el interior del ascensor. Siente nauseas al elevarse.
Introduce la llave después de diez intentos y cuatro arañazos a la madera. Da un par de vueltas al girar el pomo de la puerta y entra en la casa boca abajo. Se quita los zapatos tirándose en el techo. Cae en la cama centrifugando su cabeza sobre la almohada, las cuatro manos agarrándose a las sábanas y los cuatro párpados cerrándose fuerte para no perderse en la espiral áurea de su cuarto. El alcohol emana de su piel y difumina los límites de su cuerpo como en una nebulosa.
El matemático cae dormido e inicia oposiciones para resaca. Al despertar todo se habrá dividido entre dos. Su vida será la mitad sin ella y él tenderá a infinito como múltiplo de nada.


sábado, 5 de marzo de 2011

"Retazo"

Nació por vía de cesárea Cristina, único descendiente que tuvieron sus padres. El nombre lo improvisaron de apuro, por así decir; lo extrajeron de una criteriosa galera, tras evaluar la armonía fonética junto al apellido. Aguardaban a Juan Ramón Ernesto e irrumpió Cristina. El desencanto se fue desplegando corrosivo en sus ánimos.

La niña, alumna aplicada, fantasiosa y fácilmente ridiculizable, encorvaba la espalda, fruncía los labios cuando se concentraba, bizqueaba a veces y, adolescente ya, padecía ataques de picazón, o lloraba.

En procura de reducir fatigosa gimnasia (contar paradas de colectivos, o perros, o automóviles con tales o cuales características), ritos incoercibles (sentarse durante unos instantes en determinado sillón, antes de tomar la merienda), sueños repetitivos (su madre obstinándose en ofrecerle muestras de comprensión y cariño), concurrió a un curso de control mental que promocionaban por radio. En esas estaba, cuando ella y el licenciado que dictaba el curso se enamoraron. Sin tropiezos accedieron al altar; y ahora, él la embarazó y la tiene ilusionada con que por fin nacerá Juan Ramón Ernesto, una generación después. Retazo de vida.

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"Nunca soñé"

Nunca soñé con tres ojos que me escrutaran desde un pescuezo de jirafa. Que me escrutaran no sin dejar de entornarse alguno, alternativamente. Tres ojos y no tres pares de ojos de diferentes tonalidades. Tres ojos oscuros idénticos. Y que se posaran sobre mí sin benevolencia ni animosidad. Desde un pescuezo inconfundible, irreprochable. Desde una jirafa de la que pudieran pender arañas plateadas, moribundas, o exhaustas. Pendiendo como sólo penden lo esencial y lo sutil. Lo sutil exhausto, lo esencial moribundo. No estaríamos ellas y yo en un zoológico o en un ambiente no trastornado por el hombre. Pero yo no distinguiría el sitio, y hasta ese momento sería únicamente mis cuatro pintorescas narices, olfateando en vano, desasidas de cabeza reconocible. Yo consistiría, hasta entonces, en una pura memoria guiñolesca, afanándose por recuperarme. Sería, claro, una sustancia en su propia procura.

Nunca soñé con algo rubio gelatinoso aposentado sobre un punto cardinal. Ni me soñé punto cardinal sobre el que se aposentara determinada o indeterminada gelatinosa rubiedad.

Nunca soñé con escaleras derritiéndose sobre un valle de incienso. Dos mil ochocientos peldaños, sumando las sesenta y seis escaleras de fibra. Incienso que cubre todo el valle al que pertenezco desde mi primer sueño anotado en un cuaderno infantil. No estaría allí como ninguna de mis presencias mensurables. Y sin embargo, me brindaría a derretirme.

Nunca soñé con hexágonos de piel humana impidiéndome apoderarme de la gracia. Es poco no haber soñado nunca con la gracia apoderada impidiéndome la humana piel de los hexágonos.

Nunca soñé con el antojadizo poder de cristalizar, seccionar y envasar un crepúsculo. Y darlo a consumir sin reparos. Antojo de consumición.

Nunca soñé con un espejismo, ni cóncavo ni convexo. Espejismo con el que hubiera podido restituírseme la gobernabilidad de mis sueños.


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"Sembranza"

Soy lo que soy desde que se murió mi mamá. Me sentía libre al principio, liberado. Me lo merecía. Mientras ella vivía fui un pelagatos. En la gran ciudad. No voy a revelar cuál era mi ocupación. En todo caso, digna. Mientras ella vivió, “el hijo de la sucia” me endilgaban. El eslogan dolía. Y dolía también el otro eslogan: “El hijo del vecino”. En referencia al quiosquero, el solterón de la casa de al lado. Y algo hubo, algo pasó.

En efecto, mi mamá no era propensa a la higiene. No era, tampoco, una mujer dada, que se pudiera decir, comunicativa. Estrictamente, gruñía en ocasiones. Yo le preguntaba: “¿Vino Isabel a buscarme?”: gruñido. “Mamá, ¿me hacés el nudo de la corbata?”: gruñía y me hacía el nudo de la corbata con una pericia deslumbrante. Le comentaba: "Me aumentaron el sueldo”: gruñido. Y le proporcionaba una generosa porción de mis ingresos. Trabajaba yo doble turno y ganaba por ese turno doble el ochenta por ciento de lo que se me abonaba por el turno simple. Y aún me quedaba un ratito para darle algunos besos a mi novia de la infancia, la adorable, la resignada Isabel. Escasas emociones en los primeros treinta años de mi vida.

Ahora soy un trashumante, difusamente melancólico. De Isabel me despedí, apenas después de tomada la ruda resolución de vagabundear. A mi mamá la llevo en el espíritu a donde quiera que me traslade y con quien sea que me junte. Admitan en mi semblanza que la añoro. Tengo para mí que acabaré por hastiarme.

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Decálogo para escribir microcuentos (Robado de la Escuela de escritores)


1. Un microcuento es una historia mínima que no necesita más que unas pocas líneas para ser contada, y no el resumen de un cuento más largo.

2. Un microcuento no es una anécdota, ni una greguería, ni una ocurrencia. Como todos los relatos, el microcuento tiene planteamiento, nudo y desenlace y su objetivo es contar un cambio, cómo se resuelve el conflicto que se plantea en las primeras líneas.

3. Habitualmente el periodo de tiempo que se cuente será pequeño. Es decir, no transcurrirá mucho tiempo entre el principio y el final de la historia.

4. Conviene evitar la proliferación de personajes. Por lo general, para un microcuento tres personajes ya son multitud.

5. El microcuento suele suceder en un solo escenario, dos a lo sumo. Son raros los microcuentos con escenarios múltiples.

6. Para evitar alargarnos en la presentación y descripción de espacios y personajes, es aconsejable seleccionar bien los detalles con los que serán descritos. Un detalle bien elegido puede decirlo todo.

7. Un microcuento es, sobre todo, un ejercicio de precisión en el contar y en el uso del lenguaje. Es muy importante seleccionar drásticamente lo que se cuenta (y también lo que no se cuenta), y encontrar las palabras justas que lo cuenten mejor. Por esta razón, en un microcuento el título es esencial: no ha de ser superfluo, es bueno que entre a formar parte de la historia y, con una extensión mínima, ha de desvelar algo importante.

8. Pese a su reducida extensión y a lo mínimo del suceso que narran, los microcuentos suelen tener un significado de orden superior. Es decir cuentan algo muy pequeño, pero que tiene un significado muy grande.

9. Es muy conveniente evitar las descripciones abstractas, las explicaciones, los juicios de valor y nunca hay que tratar de convencer al lector de lo que tiene que sentir. Contar cuentos es pintar con palabras, dibujar las escenas ante los ojos del lector para que este pueda conmoverse (o no) con ellas.

10. Piensa distinto, no te conformes, huye de los tópicos. Uno no escribe (ni microcuentos ni nada) para contar lo que ya se ha dicho mil veces.


Envía tus microrrelatos de no más de 200 palabras a elmicrorrelatista@gmail.com. Se irán publicando los mejores.